La raza humana esta imbuida en un nivel agobiante de exigencias desde todo punto de vista. Prueba de ello es la frecuencia con la que castigamos nuestros errores y esperamos ser percibidos como individuos intachables, por temor a ser calificado como persona ineficiente, poco hábil, con malas conductas o baja capacidad de adaptación.


Por otra parte, depende mucho del grupo etario en que se desenvuelva, donde existen ciertas normas establecidas, en las que, si por alguna razón llega a equivocarse, entra de inmediato en el juicio de su entorno, dejándolo o bien abandonado en un caso extremo, o bien ser alguien de poca confiabilidad y por ende maltratado o humillado, ya sea en público o privado.


Son pocos los casos donde se le permite a la persona manifestarse, pues bajo el yugo de la vergüenza, es limitado y a la vez se auto limita, perdiendo la tremenda oportunidad de rectificar.


Es evidente que estamos hablando de seres que contienen valores trascendentes, no de aquellos cuyos hábitos parten de una muy mala formación, donde su conducta deja mucho que desear, siendo destructivos o tienen un nivel de agresión, que perjudica por completo una posible armonía social.
Una de las tantas exigencias a la que somos sometidos como humanidad, está basada en la cultura judeo-cristiana, en la que el ser humano no puede mostrar más allá de lo que le está permitido, a través del concepto mal entendido de “humildad”, pues alguien que tiene factores diferentes a lo establecido, es calificado o de soberbio o cualquier otro diagnostico que de inmediato lo pone en un parámetro de limitación.


Y claramente se ha distorsionado por completo aquel concepto, pues el verdadero sentido de la humildad, parte del saber reconocerse a sí mismo como alguien capaz, sin necesariamente atentar en contra de nadie, ni menos ponerse sobre los otros, pues es al revés, alguien que tiene esa maravillosa cualidad, tiene la enorme capacidad de saber situarse en el lugar exacto al que pertenece por derecho propio.


Y así como ese, existen tantos otros conceptos que atentan contra el progreso humano, sin embargo y más allá de todo lo establecido, la maravillosa energía llamada AMOR todo lo resuelve, con empatía y aceptación de los otros tal como son, sin exigencias en pos de sentirse cómodos a nivel individual.
La plena aceptación de sí mismo, permite la aceptación de los demás y ofrece una enorme y gran calidad de vida. Resignificar el concepto que tenemos de nuestra historia, es parte de nuestra tarea de vida.

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